9/11/13

imprimiendo impresiones de los 90

Festeje mi primer y única impresa como el campeonato mundial, tenía esa emoción, eran los 90, era lo más, tenia…no se ponele que unos 8 o 9 años, era navidad, y corría como loco esperando las 12, mientras tiraba unos cohetes que duraban como la realidad, pero eran así, una familia unida, champai de oferta, sidra para los grasas y sonrisas a vida realizada.
La cosa se puso excitante cuando llegaron las 12, ese horario milagroso, donde la gente tiraba su guita en luces efímeras, perros ladrando como si fuera la última vez, una tía de no sé quien que acotaba algo de que escuchan 7 veces más, las copas golpeaban su chin chin, y el ruido a bolsa sale del comedor, todavía hay una prima que creen en ese viejo gordo disfrazado para el polo norte, en los 35 grados del conurbano que viene con regalos, así que no se puede decir nada, y claro como no me iba a gustar ser el grande que sabia ese secreto genial? Así que seguí el juego.
Unos meses atrás en esos delirios grandilocuentes se le ocurrió a mi viejo compra una computadora era la gran novedad, era lo que había que tener, en esa casa alquila con un mal calefón, pero tener una computadora, te daba estatus, te premiaba el haber llegado a no se donde, pero te ponía ahí, dentro de los tipos que fuman de costado y usan zapatos lustrados. No había internet ni nada de eso, de hecho no teníamos ni teléfono, pero la computadora estaba, y hasta tuve una profesora, una tipa fea, con pelo largo y lacio, unos cachetes prominentes y una tonando horrible con mezcla de saber ingles y adenoides. Solía llegar tarde a esas clases de media hora en la que me explicaba que era un disco rígido y no sé que mas que todavía hoy no se, como funcionaba ese Windows, que no era ni el 95, tarde llegaba, si , en la esquina había un torneo de yoyo fascinante donde hacia el columpio, el perrito y no se que mas, hoy viéndolo de lejos, era una pelea del viejo mundo contra el nuevo, de la diversión estúpida o la más estúpida, era para los viejos nostálgicos una guerra de culturas, que se yo, para mí era eso, estar en la esquina donde nadie me rompías las bolas.
Pero volviendo al tema, tenía la computadora, el gran lugar, con su mesa, su silla y su propia habitación, que era la de mi hermana, y a donde fue? Si a dormir a mi pieza. Pero faltaba algo, y ahí, justo ahí donde más lo necesitábamos aparece mi tio, con su cara de agrimensor triunfante, su pelada brillosa, su caminar pelotudo, y una sonrisa para el cachetazo, me llama, cómplice con mi viejo, vengan tengo tu regalo…ahí viene la gran alegría, una IMPRESORA, si señores la impresora usada en blanco y negro, esa que hacía más ruido que la mierda, esa que se usaba con las hojas con los agujeritos al costado para romper, esa misma que nunca use para nada, esa alegría inmensa, ese salto, ese abrazo con mi viejo faaa. Ahí estaba la impresora, el plan perfecto. No se para que la iba a usar, pero era el futuro, lo tenía en mis manos, estaba conmigo, era un pibe de avanzada podía inflar el pecho en el barrio, podía decirle que a pesar de no tener teléfono, de tener una madre cornuda, viajes al Brasil con la plata de nadie, una abuela infeliz, primos en Disney con caras de boludos, más un abuelo con cáncer, ese era, el pibe con impresora, contento fui, camine, la puse, desesperado, cuando veces esperece cientos de pibes pidiendo que quieran usarla, no recuerdo ni 4 o 5 veces en funcionamiento. Eran los 90, era efímero, eran luces de a ratos, eran viajes y deudas, eran autos rotos, era la sonrisa de mi tia sintiéndose en parís de los 30, era el arte del humo, era mi experiencia con el neo mundo, con el neoliberalismo, era sentirme más cerca de la grasa de tio que ahora tenía una impresa mejor y me daba sus sobras, que a su vez viajo por Miami y nosotros por rio, era acercarme al sueño, recuerdo a mi madre feliz con su sonrisa engañada, su labios de sabor a poco.
Recuerdo a esa impresora en un cajón de otra casa alquilada, llena de polvo, recuerdo que era un recuerdo, recuerdo las peleas por guita, recuerdo el contar monedas. Recuerdo al brillante de un amigo mientras juntábamos guías de teléfono ya con 14 o 15 años, para venderlas y salir a bailar proponer venderla para comprar una bolsa de porro, quien hubiera dicho que no? Tal vez mi tio con su pelada mas pelada y su pelotudes mas pelotuda, capas que mi tia con sus 90 tatuados en la piel hasta el dia de hoy, mi vieja imposible, ni se acordaba de esa impreso, solo miraba un inodoro ajeno que limpia para comer a la noche, mi viejo menos, ya no tenía casi rastro de el, y mi hermana cada tanto se quejaba por viajar en un Citroën al cual le daba vergüenza.
Ahí le dimos vida a esa impresa, se convirtió en la expendedora de “créditos” la guita, el billete oficial del trueque, donde todos llevamos lo que teníamos, ahí, con algún tránsfuga se la dimos, la cambiamos, no por créditos, sino por nuestra bolsa de porro, ahí sentí que los 90 se terminaron, que las ilusiones no existían mas, ahí en otra esquina, la impresora no imprimía sino que se fumaba, ahí el humo de los 90, mientras más se aguantaba el aire, mas pegaba.


benjamin